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Tiempos

Vestidos Para Las Bodas, Marcos Moraes

15/04/2021

Vestidos Para Las Bodas, Marcos Moraes

He aquí la Segunda parte del tercer mensaje de Marcos en el retiro de jóvenes en Kiam Te 2017, Cacheuta, Provincia de Mendoza. Es parte de una serie sobre la segunda venida de Cristo. La primera parte de este mensaje está titulada “Israel En Los Tiempos Del Fin” .

Ahora dejemos a Israel y vayamos a la Iglesia. ¿Hay algo de lo que leímos en los capítulos 21 al 23 de Mateo que se refiera al futuro de la Iglesia? Es lo que queremos ver ahora. Volvamos entonces a Mateo 21 y 22. Aquí se encuentran  tres parábolas, la tercera está en el capítulo 22. En las dos primeras parábolas, la de los dos hijos y la de los labradores malvados, no hay una mención clara, solo dice que va a haber otro pueblo, (sería en la primera parábola el segundo hijo, que primero dijo “no quiero”, pero al final dice “quiero, voy a hacerlo” y lo hizo”); aquí hay algún pequeño anuncio de los gentiles entrando en el cuadro. En la segunda parábola, Jesús mismo les pregunta a los fariseos: “¿Qué hará el dueño de la viña cuando vuelva?” Ellos contestan en el v.41: “a los malos destruirá sin misericordia, y arrendara sus viñas a otros labradores”. Y Jesús lo confirma: “Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a gente que produzca los frutos de él.”

La tercera parábola ya es mucho más específica con relación al segundo pueblo. En la parábola de las bodas, se muestra, en la primera parte, el desprecio de Israel a todo el amor y la bendición de Dios sobre ellos, y cómo lo rechazaron. Pero ahora vamos a hablar un poquito más de este segundo pueblo que recibe el reino. Leamos desde el v. 7: 

“Al oírlo el rey, se enojó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad. Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están preparadas (como que Dios dice “yo preparé y vamos a tener las bodas, se va a hacer la fiesta; los que la rechazaron se la pierden, pero yo no la pierdo, la fiesta yo la garantizo”); mas los que fueron convidados no eran dignos. Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis. Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados. Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes. Porque muchos son llamados, y pocos escogidos” (Mt  22. 7-14). 

¿Qué te parece lo que dice Jesús aquí? Hace unos 10 días tuve una charla con un católico; me quedé oyéndolo y orando, diciendo:  “-Dios ¿qué hago? Dame alguna palabra.” Porque a este hombre lo convencieron de que tenía que aceptar a Jesús, y me cuenta que lo aceptó, pero no me cuenta nada más. Y como conozco un poco a la familia, sé que no pasó nada en él, no hubo un cambio como el que vemos que sucede en las Escrituras. Pienso que hay millones en el mundo hoy que representan esta realidad: son los que creen que si aceptan la invitación, está todo arreglado. Ellos dicen: “-Me invitaron, me preguntaron si acepto, y yo dije que sí, lo acepto.” Estos creen que al aceptar la invitación, ya están asegurados en las bodas. ¿Cuántos miles y miles hay que piensan de esta manera, y están engañados?

En Mateo 24, cuando los discípulos le preguntan a Jesús sobre cuándo y qué señal habrá de su venida, lo primero que responde es que no se engañen. Hay muchas cosas que vamos a tener que enfrentar en el futuro, pero nada puede compararse con el engaño: es la amenaza que hay desde siempre en todos los tiempos. Aquí en la última parábola vimos que todos los invitados vinieron a las bodas pensando: “Fuimos invitados, aceptamos la invitación, tengo la tarjeta, estoy asegurado.” Pero Jesús está diciendo: “-No es así, ¿cómo que por la invitación ya estas seguro? Y dice por primera vez algo así: “-Yo no me agradé de Israel, y ahora vengo a un pueblo que me va a dar el fruto que yo buscaba.  No piensen ustedes que voy a tratarlos con condiciones diferentes del pueblo anterior”. Por el contrario, ya vimos anteriormente que cuanto más tenemos, más se nos exige. ¿Qué tenían los judíos? Mucho menos de lo que tenemos nosotros, porque nosotros  tenemos al mismo Mesías que ya vino, tenemos la cruz, tenemos el Espíritu Santo. Y Jesús nos está diciendo: “-No piensen que estoy cambiando todo lo que buscaba al principio; hay condiciones para participar de las bodas”. La condición no es solamente aceptar la invitación, sino también estar con la ropa. Porque dice “sin estar vestido de bodas”. Hay que tratar de vestirse de tal manera que se pueda participar de las bodas.

Vestiduras Blancas

¿Cuáles son esas vestiduras? Apocalipsis es el libro que más las menciona.

Ap.3.14:  “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. (¿A quiénes? a los tibios) Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. (¿A quién? a la iglesia).

Aquí un primer consejo: busquen o identifiquen en sus vidas las situaciones que les hacen ser tibios; según el entendimiento que ya han alcanzado en Dios pueden decir: “- Bueno, ser tibio es tal cosa, entonces quiero estar lejos de esto, aquí no quiero estar.” Esto es importante porque aquí nos está diciendo que si somos tibios, estamos por ser vomitados. ¿Quién lo dijo? -El amoroso Jesucristo. ¿Y qué consejos nos da? -“Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez”. Vestiduras en el lenguaje bíblico es la forma o la imagen que tenemos cuando estamos delante de Dios. No podemos estar delante de Dios desnudos, y tampoco con cualquier ropa: tiene que ser blanca. La ropa debe ser blanca. Aquí hay una recomendación específica a los que son tibios: que traten de cambiar y comiencen a ponerse la vestidura que corresponde. El ser tibio no tiene nada que ver con temperamento, con ser una persona más extrovertida o más introvertida. La característica principal del tibio es el autoengaño. Dice Jesús: “–Tú piensas que eres así, así y así, pero no eres así.” La necesidad es tener las ropas blancas.

La siguiente vez que vemos vestiduras en Apocalipsis es en el cap. 6:9-11: aquí está el tiempo de intensa persecución a la Iglesia. Es el cuarto sello; en el quinto sello hay una persecución muy grande, y muchos mueren decapitados.

“Cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que tenían. Y clamaban a gran voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra? Y se les dieron vestiduras blancas, y se les dijo que descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.”

¿A cuántos les gusta saber que Jesús dice que cada cabello de su cabeza está contado? ¡Qué maravilloso, cada cabello! Nos gusta. A Dios le gustan los números. Aquí dice que había un número de gente que había de ser muerta, pero ¿nos alegramos con esto también? Aquí dice:” hasta que se completara el número de sus consiervos”. Hay una cantidad que tiene que correr en esta persecución, y hasta que no se complete, Dios dice: “- Estoy esperando completar el número que yo quiero.” ¿Qué es más glorioso: un cabello en la cabeza, o la cabeza por Cristo?

Les voy a abrir mi corazón con respecto a las vestiduras blancas. Una vez yo estaba predicando, y recordé que cuando estoy como huésped en una casa y me dan toallas blancas, no me gusta mucho, porque el baño que tengo que tomar es más prolijo, más profundo. Si lo hago apresurado, voy a entregar las toallas llena de manchas. Preferiría que me dieran una toalla negra, así podría tomar un baño rápido y no preocuparme por la suciedad que queda en la toalla. Es un ejemplo.

El Señor nos está hablando. ¿Por qué usar vestiduras blancas? Porque cualquier manchita se ve. Entonces, ¿cómo hacemos nosotros para presentarnos delante de Dios, si ni siquiera sabemos cuánto pecado tenemos? ¡Pecamos cada día! ¿Qué hacemos?

 “Entonces uno de los ancianos habló, diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son, y de dónde han venido? Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.”  (Ap. 7: 13-14)

Esta es la primera condición de la ropa: debe ser completamente blanca, y no hay ninguna posibilidad, en toda la historia del universo, en la que se pueda blanquear esta ropa, sino la que Dios propuso en su Hijo. Desiste para siempre de querer presentarte delante de Dios por algo que tengas o no tengas. La exigencia es absoluta, es plena, y solo hay una forma de cumplirla: es que blanqueemos nuestras ropas en la sangre de Jesús. No importa cuánto has progresado, si creciste mucho, cuánto servicio hiciste, o lo que desarrollas hoy, no importa. Nosotros no tenemos la más mínima idea de cuánto pecado cometemos cada día. Los pecados de ignorancia son miles, ni sabemos. Cuando un hermano viene y nos dice que hicimos algo que no le gustó, nos quedamos sorprendidos porque ni nos dimos cuenta. Estamos tan acostumbrados a ser así, que no podemos tener otra esperanza de tener ropas blancas, a no ser por la sangre de nuestro Señor Jesucristo. Aplicamos esta sangre a nuestra vida todos los días, a toda hora, en todo momento, y confiamos que no seremos inmediatamente aniquilados ahora porque Jesús se hizo justicia en nuestras vidas. En todo momento tenemos que ser cabales y terminar con el orgullo, autosuficiencia, y cualquier otra esperanza, porque en todo momento Cristo Jesús muerto en la cruz es nuestra ropa blanca, no hay otro secreto, no se va a inventar nada más.

¡Te damos gracias, Señor! ¿Que haríamos por nuestro pecado? ¡Gracias, Señor! Yo no hubiera podido con tanto sufrimiento…

Ap. 22:14: “Bienaventurados los que lavan sus ropas, para tener derecho al árbol de la vida, y para entrar por las puertas en la ciudad.” ¡ Aleluya!

Ap. 12:11: “Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero…”

Ap. 16: 15  “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza.”

Las vestiduras tienen que ser blancas, y solo pueden serlo por medio de la sangre de Cristo. Pero estas ropas necesitan ser guardadas, y es nuestra tarea guardar estas ropas blancas. Está muy claro aquí; no explica mucho qué es guardar, me parece que es porque no hace falta. Cada vez que tenemos conciencia de un pecado, lo confesamos a Dios, nos confesamos los unos a los otros, somos sinceros, mantenemos nuestra conciencia pura.

Dice Hebreos 10:20-22: “por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.

Pablo le dice a Timoteo que muchos, por no guardar la conciencia, llegaron a naufragar en la fe. Si empiezas a andar en algo que está mal y te mantienes ahí, no buscas a Dios, no buscas ayuda, no confiesas, entonces comienzas a  vivir con mala conciencia. Tu conciencia quiere hablarte, pero tú no quieres oírla. Lo que estás haciendo es cauterizar la conciencia. Debemos mantener la conciencia pura, manteniéndonos siempre en la fe de esta sangre; y cuando hay algo que no está bien, como la ropa es blanca, puedes esconder una parte de la ropa para que la gente no la vea, pero Dios sí la ve. Tienes que saber que no vas a ser tratado por cómo los hombres te ven, vas a ser tratado al final por cómo Dios te ve. Es delante de Dios que tienes que estar con la ropa blanca, no delante de mí, ni de los pastores, es delante de Dios. Cuando lo escondes y no confiesas, estás escondiendo a los hombres, pero Dios lo sabe. Mantengamos nuestra conciencia pura. Aquí entra una condición importantísima, indispensable. Leamos Ap. 3:3-4, donde le habla a la Iglesia de Sardis:

Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; guárdalo y arrepiéntete, pues si no velas vendré sobre ti como ladrón y no sabrás a qué hora vendré sobre ti. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas. (Ap. 3:4 RV1995)

¡Qué situación lamentable! -Porque dice “pocas personas”.

Este texto concuerda bien con el de Ap.16:15, que habla de mantener las ropas blancas. Vamos ahora a Ap.19: 6-8:

“Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas y como la voz de grandes truenos, que decía: « ¡Aleluya!, porque el Señor, nuestro Dios Todopoderoso, reina. Gocémonos, alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente (pues el lino fino significa las acciones justas de los santos)». 

Ropa de Lino Fino

Aquí se agrega algo más: no basta que la ropa sea blanca. Es necesario que sea también de lino fino. No puede ser de algodón y blanca; no sirve, tiene que ser blanca y de lino fino. ¿Qué es el lino fino? -Son las acciones justas de los santos, las obras de justicia de los santos. Muchos se confunden en este punto. Dicen que si toman lo que dice aquí, van a negar lo que hicieron antes, porque al convertirse, la condición fue la sangre de Cristo, pero ahora parece que tiene que haber algo más. Entonces algunos que nos oyen dicen que estamos predicando que la salvación es por obras. Pero lo dicen los que no entienden. La pregunta ahora es: Si no tengo los actos de justicia, ¿tengo las vestiduras? No. Pero, ¿no era todo por la sangre de Cristo? ¿Por qué ahora están esperando que agregue los actos de justicia?

La teología buscó ser anticatólica, y de esta forma creó un conflicto que no existe en la Biblia. En la Biblia no hay conflicto entre ser salvo por la fe y tener una vida de justicia. El conflicto está solamente en la cabeza de los teólogos. Dice en Hebreos 4:14: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” ¿Es necesario las obras para estar en las bodas? Sí, con toda certeza. Obras de justicia, vida santa, santificación, todo esto es necesario. Pero ¿no es por la fe en la sangre de Jesús? La Biblia habla de las obras hechas en Dios. Jesús dijo que los que practican la justicia se aproximan a la luz porque sus obras son hechas en Dios. No está hablando aquí de las obras muertas, o sea de nuestras obras por nuestro esfuerzo personal, sino que está hablando de obras de la fe. Pablo dijo a los romanos que Dios le había dado el ministerio de llevar a los gentiles a la obediencia por la fe, no a la fe para la fe, sino a la obediencia por fe.

No hay conflicto [entre la salvación por fe y las obras de justicia], lo que sí puede haber es engaño. Santiago dice: “Pero alguno dirá: «Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras». (Stg 2:18 RV1995). A esta fe engañosa Santiago le dio un nombre: “fe muerta”. Los que buscan la sangre de Cristo están convencidos de pecado, de justicia y de juicio, recibieron el don de la salvación, lo que más quieren en sus vidas es agradar a Dios, no son perfectos pero aman la perfección, buscan la perfección; no se permiten ser tibios, buscan que su vida diaria sea una consecuencia de su fe, desarrollan su salvación, se ocupan de su salvación, y lo hacen con temor y temblor.

A esto se refiere la Escritura, y en este contexto habla de obras de justicia (las acciones que acompañan la fe viva, la fe que permanece). Si no fuera para que vivamos una vida santa para Dios, Él no hubiera quitado el reino a Israel. Él quería tener gente que practicara las buenas obras, pero Israel no las practicaba. Cuando Dios dijo que tenía otro pueblo, y la historia comprueba, nos tenemos que dar cuenta que nuestra vida es un milagro. Estamos aquí sentados hoy por un milagro. Es un milagro que ya Dios esté haciendo estas cosas en tu vida, pero debes cuidar esta salvación con temor y temblor, cuidar de no perder las vestiduras. De la misma manera que Jesús murió por nosotros, él quiere vivir en nosotros; es una cuestión de sustitución, porque la fe verdadera cree que Él murió en nuestro lugar, pero también cree que Él quiere vivir en nuestro lugar. Porque cuando Él vive en nosotros, comienzan a aparecer los actos de justicia. No hay conflictos.

Señor abre nuestros ojos, líbranos del engaño. Llénanos de deseos por ti mismo. Enséñanos a amar u venida, enséñanos a prepararnos para tu venida. Amén.


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