Los Hogares Como Medio Para la Multiplicación y Formación de Discípulos, Ivan Baker
Durante la segunda mitad de la década de los 60 Iván y su esposa Gloria abrieron su casa para ganar a sus vecinos. En los años que siguieron, unas 600 personas fueron bautizadas en la bañera que usaba la familia y muchos más fueron alcanzados por quienes ellos ganaron y formaron. Quienes se convertían eran discipulados y enviados y el fruto obtenido fue evidente y palpable en miles que dejaron el mundo para volverse pescadores de hombres. He aquí las notas personales usadas por Iván en su preparación para un Retiro de Pastores celebrado en Setiembre de 1982.
INTRODUCCIÓN
Como pastores somos responsables de la extensión del evangelio. En tal sentido, muchos de nosotros debemos reconocer, cual más, cual menos, que hemos experimentado frustración. En cuanto a mí, no solo me frustró el magro fruto numérico, sino su calidad. Mi obra evangelística se asemejaba a los años de Jacob: “pocos y malos… “.
Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28-18-20)
Cuando Dios comenzó a darme luz, entendí que en un punto fundamental había cometido un grave error. Para Dios, “ir a predicar” consistía en “ir a hacer discípulos “, lo cual me puso frente a una perspectiva totalmente nueva (a esto no me voy a referir ya que mis comentarios están expresados en ese librito titulado: MULTIPLICACIÓN). Pero no solo me impactó esto sino lo que sigue en la gran comisión del Señor: el “hacer discípulos”, para Cristo, consistía en “enseñar a guardar todas las cosas que él había mandado”.
Enseñar “a guardar” era algo distinto a enseñar “a saber” o “a entender”. Enseñar a guardar significaba que mi responsabilidad consistía en vigilar y comprobar que cada discípulo cumpla, obedezca, ponga por obra todas las cosas que Jesús habla mandado.
- Esto ya no lo podría realizar predicando sermones, lo cual me enfrentó con dos grandes exigencias:
- Que debía asumir una responsabilidad personal de edificar la vida de cada discípulo en todas las áreas
- Que necesitaba invertir todo el tiempo a través de muchos meses, para la formación de unos pocos discípulos.
Esto me llevó a entender la absoluta necesidad de multiplicarme. Tenía que multiplicarme a mí mismo para poder multiplicar discípulos al modo de Jesús. ¿Qué hacer? Necesitaba volver a los antiguos caminos del ejemplo de Jesús:
- Él predicaba a la multitud.
- Seleccionaba a unos pocos y los formaba.
- Luego los enviaba, delegando su propia autoridad en ellos, para que continuasen su obra, imitándole en todo.
El esquema de obra que siempre había usado en el ejercicio del ministerio hasta ese momento quedó deshecho al descubrir esto. También el Señor comenzó a abrir mis ojos para entender el lugar que las casas tuvieron en la obra que Cristo y los apóstoles hicieron en el primer siglo. Los discípulos de Jesús, y los discípulos de la Iglesia Primitiva tenían una calidad de entrega y un compromiso mutuo. Estaban relacionados en grupos de un número reducido de hermanos que el Nuevo Testamento llama: “la iglesia en la casa”.
Cuando comparaba el magro fruto de los “pocos y malos” años de mi ministerio anterior con el fruto de los discípulos del Nuevo Testamento, entendí que el marco de mi ministerio y el marco del ministerio de los apóstoles y Cristo eran totalmente distintos. El Espíritu Santo me ayudó a entender que el evangelio y las enseñanzas de Cristo deben ser recibidas en el marco adecuado, y que el marco tradicional de reuniones dominicales, reuniones de oración, y, en general, reuniones que se parecen al ambiente de un aula escolar, no podían “enseñar a guardar” sino solo “enseñar para saber”.
Y visualicé la absoluta necesidad de que algunos hogares se transformasen en iglesias en las casas, imitando a los apóstoles, como “centros” para la multiplicación y formación de discípulos. Centros que podrían multiplicarse a su vez por un proceso natural.
Este es el tema que nos ocupa: la obra en los hogares, como medio de multiplicación y formación de discípulos. Históricamente, sabemos que en el primer siglo, cuando la iglesia más se multiplicó y fundó las obras más estables, cuando su influencia conmovió naciones e imperios y cambió la fisonomía de la vida social, la iglesia funcionaba por los hogares.
Cuando Dios nos concede la gracia de volver a poner las familias cristianas a funcionar en los hogares, en la multiplicación y formación de discípulos, habremos logrado, al menos, tres cosas:
- La ubicación de las familias en el preciso lugar y ministerio que Dios les ha asignado según su plan y propósito.
- Les habremos brindado la mayor oportunidad para su mejor desarrollo espiritual.
- Habremos bendecido a la iglesia, brindándole estabilidad, multiplicación, con un medio viable y natural para la conservación del fruto: la formación de discípulos y el desarrollo de ministerios.
TRACEMOS UNA SEMBLANZA DE LA OBRA, necesitamos tener una visión global de la obra en los hogares.
EL OBJETIVO
El propósito de la obra en los hogares es proveer un medio adecuado y dinámico para la multiplicación y formación de discípulos y el desarrollo de sus dones y capacidades. Su objetivo es cooperar con el ministerio de llevar a cabo el mandato del Señor de “id y haced discípulos a todas las naciones… ”
Esta gran comisión del Señor de hacer discípulos comprende cuatro cosas cardinales:
- Ganar a los hombres para Cristo
- Enseñarles a guardar… (esto es edificarles, formarles)
- Todas las cosas (Esto es, transformar sus vidas en Todas sus áreas acentúa lo anterior)
- Que os he mandado (estos son mandamientos y no sugerencias)
Por supuesto, al hacer esto, estaremos cooperando con el propósito que Dios está llevando a cabo a través de los siglos: tener una familia de muchos hijos iguales a Jesús.
Necesariamente, esto también se consustancia con la consigna dada al ministerio que Cristo estableció: “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio hasta que todos lleguemos… a la imagen de Cristo…“ (Efesios 4.12). Esta es la consigna que marca el propósito de Dios en la obra en los hogares.
EL MEDIO
El medio lo constituyen familias con sus hogares abiertos a la obra de Dios. Matrimonios estables, de buen testimonio que tienen experiencia en ganar y formar discípulos. Estos tuvieron vivencia en otros grupos donde fueron formados hasta calificarse para dirigir un nuevo grupo. Salen con el respaldo pastoral.
ALGUNAS CARACTERÍSTICAS DE LA OBRA
EL AMBIENTE. Los nuevos discípulos son ganados por la acción constante de cada miembro del grupo en la proclama de su fe. Un punto muy Importante es que cada nuevo convertido es atendido personalmente por alguien que generalmente es el que lo ganó.
Es una obra que no demanda mucho tiempo en traslados, pues se realiza dentro de la órbita de la vivencia del discípulo. La obra del Señor no es incongruente con sus responsabilidades diarias. No hace falta que “salga a la obra”; el ámbito de su trabajo para el Señor ya está allí donde trabaja, donde cuida su familia, en el ir y venir de cada día. Amigos, vecinos, compañeros de trabajo, parientes y personas con quienes tiene trato ocasional, es el terreno propicio para sembrar y “pescar” discípulos.
Su esposa y familia, lejos de ser estorbo, son idóneos colaboradores. Es más, hacer la obra en colaboración les ayuda espiritualmente y desarrollan capacidades. Su ir y venir en su tarea normal lo pone en contacto con aquellos que va a ganar para Cristo.
No tiene el conflicto de que “si salgo” descuido mi familia… y “si me quedo”, descuido la obra. La clave es que “mientras van, hacen discípulos”.
Es importante subrayar que se requiere que sea atento y compasivo con los demás, orando y dependiendo de la guía y sabiduría del Espíritu Santo para conocer los corazones y hablar con gracia.
LA AMISTAD. La amistad es fundamental. A los nuevos discípulos no se les provee una reunión o una serie de encuentros, una consulta espiritual, sino el calor y el amor de una familia espiritual. La amistad y el compañerismo son fundamentales. Es preciso que los hermanos anden en luz los unos con los otros; se expresen mutuamente sus problemas y confesiones. Esto afirma la relación y los impulsa a servirse mutuamente.
Pero no solo se trata del calor de una amistad, sino también de una comunión dinámica que les impulsa a servir a Cristo. Es una amistad que les estimula al amor y a las buenas obras.
NINGUNO ESTÁ SOLO. Como coyunturas en un cuerpo espiritual, cada uno debe estar concertado con otro u otros, formando pequeños grupos de acción . Esto es lo que da dinámica y eficiencia a todo el grupo. Es, además, el más eficaz antídoto contra el “reunionismo” y el “individualismo”.
SE DESARROLLAN CAPACIDADES. En un grupo de hogar no todos están en el mismo nivel de desarrollo; se debe reconocer a los discípulos (cada uno de ellos) por su gracia y por los distintos grados de su desarrollo espiritual. Por ejemplo:
- LÍDER: Es el responsable del grupo. Su desarrollo espiritual, matrimonio estable y fruto, Le han calificado para conducir el grupo.
- PADRE: Uno que ha ganado a otros y los está adoctrinando.
- DISCÍPULO FIEL: Uno en quien se empieza a notar la sinceridad de su entrega al Señor: humildad, sujeción y un deseo de servir. Quizá aún no se nota fruto visible de haber ganado a otros, pero esto seguramente vendrá con tiempo.
- DISCÍPULO NUEVO: Uno que recién se convierte.
Esto es lo primero: debemos reconocer niveles de crecimiento y madurez espiritual si queremos desarrollar capacidades.
Lo segundo es proveer funciones. Por ejemplo:
- A un discípulo fiel, le encomendaríamos el cuidado de alguno que no tiene coyuntura.
- A un padre espiritual, le daríamos un lugar en el “núcleo” de los responsables del grupo, si notamos que ha ganado y cuidado a varios discípulos. (El núcleo de responsables funciona con el líder del grupo y colabora en la conducción).
- A un líder, le enviaríamos a formar un nuevo grupo con los discípulos que ha ganado y formado y otros más que se hayan nucleado con ellos.
Este reconocimiento de grados de crecimiento y la promoción hacia los próximos peldaños de responsabilidad, es lo que les forma para las funciones del ministerio. Todo este proceso debe desarrollarse bajo el consejo pastoral.
NOTA: Se entiende que las designaciones y la forma pueden variar. Lo importante aquí no es destacar un sistema sino poner en relieve los principios.
ALGUNOS PROBLEMAS EN EL BUEN FUNCIONAMIENTO DE LOS GRUPOS
LÍDERES SOLTEROS: Solteros jóvenes pueden tener problemas de trabajo, noviazgo, etc.
LÍDERES CON SERIOS PROBLEMAS MATRIMONIALES: Es necesario que los matrimonios sean estables, en cuanto a su trabajo y su hogar; que sean de buen testimonio.
MUJERES “CAMPEONAS”: Dios no quiere mujeres “líderes”, “jefas” o “pastoras” ni en sus hogares, ni en la iglesia. Deben ejercer su ministerio debajo de la autoridad constituida. Y cuando son casadas, debajo de sus maridos. Hacemos mucho mal a nuestras hermanas cuando les permitimos excederse en la autoridad. Pero esto no impide que les demos pleno lugar ya que tienen la misma gracia que los varones en cuanto a su función de sacerdotes, embajadoras y testigos de Cristo. Ellas, igualmente, deben estar ocupadas en ganar y formar discípulos.
A la vez, debemos destacar la importancia de la obra de nuestras hermanas en los grupos de hogar. En la tarea de ganar y edificar la vida de las mujeres que se convierten, hay una relación personal que no es tarea conveniente para los varones. Es preferible que cada sexo esté separado en su función (ENCUADRAR ESTO EN TITO 2).
EL ESTANCAMIENTO. El grupo de hogar es más que una reunión semanal: “el viernes… de 20 a 22 horas…” La obra en los hogares no es una reunión, ni una serie de encuentros. Gravita más en lo que se realiza fuera del hogar que dentro del hogar.
Cuando todo se reduce a lo que se realiza en los encuentros en el hogar, se notan los siguientes malos síntomas:
Falta de multiplicación. Siempre son los mismos, con pequeños agregados y quitados.
Falta de formación de capacidades. Cuando los discípulos no funcionan en ganar y edificar a otros, se tornan “reunionistas”. Aun cuando se encuentran de a dos y de a tres durante la semana, esos encuentros no apuntan a la oración para una acción concreta.
Falta de salida de nuevos grupos. Esta es la lógica consecuencia de lo anterior.
Pero no debemos pensar que la culpa la tiene la reunión o los diversos encuentros del grupo. ¡Menos mal que hay reuniones! ellas mantienen a todos vivos. Pero lo que da desarrollo al grupo es todo lo que pasa entre reunión y reunión. Es decir, todo lo demás que sucede durante la semana, como ser:
- Los grupos de hermanos y hermanas concertados, que oran y están activos en el servicio de Cristo.
- Los matrimonios del grupo que, imitando a sus Líderes, tienen sus casas abiertas para encuentros ocasionales de vecinos y otras familias.
- Todo el grupo, yendo y viniendo todos los días, orando, buscando y haciendo discípulos.
LA NECESIDAD DE UN AVIVAMIENTO CONTÍNUO.
A veces nos encontramos con obras en los hogares que tuvieron un principio con gran bendición y fruto, pero que al pasar el tiempo la obra fue perdiendo su eficacia hasta detenerse. Al principio no fue así. No había discípulos. ¿Cómo fueron ganados? -Había oración ferviente: “Señor, danos discípulos. Alumbra nuestros ojos, haz arder nuestro corazón con el mensaje, danos sabiduría… danos discípulos o nos morimos”.
Fuimos a buscarlos. Nuestros pies eran bienaventurados. Dios había dado una visión nueva, un denuedo, una valentía, un sentido de urgencia, un valor por los perdidos que pasaban a nuestro lado.
Toda circunstancia era propicia para hablar y dar el testimonio. Antes no hablábamos con nadie; ahora nos habíamos convertido en “charlatanes”. En un minuto ya estábamos hablando. Algún comentario: “¡Qué bueno es el Señor en darnos este día!”; “Yo creo en el Señor, ¿y Ud.?”; “¿Ud. lee las Sagradas Escrituras?” 0 cuando nos pusimos más osados: “Dios manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan…”, etc.
Alguno aquí y allá nos escuchó. Cuando vimos el más leve interés, nos emocionamos. Dábamos nuestra dirección, poníamos nuestra casa a su disposición. Era tal nuestro fervor que la persona quedaba conmovida. Nos daba su dirección. Le invitábamos al café. Le brindábamos nuestra amistad. Nuestra familia estaba electrizada cuando dimos la noticia en casa.
Orábamos por ellos. Hicimos una lista. Toda la familia oraba todos los días por la lista.
Cuando los primeros vinieron a casa, era un gran acontecimiento. Todos en la casa andaban “en puntas de pie” mientras papá y mamá hablaban con ellos. Juancito fue a orar a solas en su habitación.
Cuando se fueron, todos vinieron corriendo a preguntar: ” ¿Cómo les fue? ¿Aceptaron la palabra? ¿Creen que se van a convertir?”. Todo era así: expectativa, gozo; todo era importante, divino, celestial. Todo estaba vestido de honor y de gloria.
Se convirtieron los primeros. Algunos de los primeros trajeron otros. Algunos más se convirtieron y también trajeron algunos parientes y amigos. Se llenó la casa. Para ese entonces, nos acomodamos en el sillón y nos dedicamos a instruirles, llenarles de mensajes y de consejos. Nos sentimos realizados. Sin duda, esto era necesario hacer, pero sin descuidar lo otro.
¿Resultado? Se detuvo la multiplicación y se detuvo la formación de nuevos líderes. Ningún nuevo grupo se forma. ¿Por qué?
Faltaba la punta de lanza de la primera línea en la acción de ganar a nuevos. La evangelización estaba ya en “manos de los nuevos”.
Todo se transformó en mensajes, palabras, consejos, pero faltó ejemplo. EL EJEMPLO ES LA ÚNICA MANERA EN QUE PODEMOS IR A FONDO CON LA ENSEÑANZA, CON GARANTÍA DE DEJAR HUELLAS DURADERAS.
SOLUCIÓN: Necesitarnos estar en continuo avivamiento. Avivar las simples premisas del comienzo. Solemos volver a perdernos fácilmente en el bosque de mil consideraciones. Llenamos el barquito de tantas cosas que ya nos sentimos incapaces de seguir remando. Necesitamos aligerar.
La situación que he planteado se asemeja a una nebulosa. En todo el ámbito del grupo parece no haber un solo elemento fuerte, concreto, que apunta bien y da buen ejemplo.
Debemos introducir este elemento: un grupo pequeño (dos o tres) concertados como compañeros, con la visión restaurada, metas claras y una voluntad para orar, creer y hacer lo que el Señor manda. Esto es lo que llamaría fermento de renovación que restaurara la fe, la visión, el fruto y engendrará la formación de otros grupos similares hasta que todo el grupo quede renovado.
¡Necesitamos un avivamiento continuo!