Cuando nuestro desenvolvimiento en la Iglesia no es sano, llega la correción de los hermanos. Aquí se pone en juego nuestra unidad y se evidencia nuestro deseo de ser formados a la imagen de Cristo. Es normal que exijamos que nos hablen con el tono, con las palabras, en el momento justo y correcto. Cuando no lo percibimos así, desoímos a los hermanos sin darnos cuenta que es Dios quien nos está hablando. San Martín, Diciembre de 2012.
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