La Prueba De La Obra, Ivan Baker.
Fecha desconocida, (aprox. 2000). No precisamos más amor por Cristo, solo vovler a la plena dependencia del principio de nuestra fé. Las obras que surgen de andar en nuestra capacidad no son aceptas ante Dios, más allá de las intenciones buenas o malas que tengamos. Solo aquello que Dios produce en nosotros es lo que a El le agrada.
Pablo, en 1 Corintios 3 nos habla respecto a la prueba a la que será sometida aquello que edificamos, la evaluación que Dios hará de nuestra obra. Aquí no se está hablando de la perdición o salvación del alma de los Corintios sino de su fruto, de si es o no conforme a las exigencias de Dios. Es decir, si todas sus obras eran quemadas, por no pasar la prueba, ellos serían salvos, mas como por fuego; si sus obras permanecían frente a la prueba, recibirían recompensa. Así que Pablo no está hablando de la perdición o salvación del alma, está hablando del testimonio y del fruto del testimonio y el galardón que Dios va a dar a los que saben caminar correctamente.
Pero ya hemos anticipado en otras ocasiones acerca de cuantos entrarán a las regiones celestiales como entra un desobediente que no supo servir al Señor, que no supo andar en sus caminos, que no supo rendirle al Señor lo que Dios quiere y hacer las cosas que el Señor manda. Reconozcamos aquí la acción satánica, del ángel de luz que viene a enseñarnos, el gran teólogo, el principal de todos los teólogos que nos viene a enseñar y, es evidente que su engaño ha sido muy sutil y nos ha engañado a todos en alguna medida pero, estamos descubriendo algo más difícil de percibir: que nos ha engañado en grandes lineamientos de verdad fundamentales, y esto tiene que ver con nuestra vida de oración con Cristo.
Ahora metámonos más en el pasaje que nos interesa:
“ Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor. Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido” (Apocalipsis 2:4-5)
Jesús les manda que vuelvan al principio de su vida de comunión con Dios, a su niñez espiritual. Cuando eran niños espirituales obraban bien; cuando maduraron, maduraron equivocadamente y dejaron la virtud que habían alcanzado como niños. Al alcanzar la adultez dejaron el camino; iban por un camino cuando eran niños, y después cambiaron de camino; iban siguiendo un espíritu y después siguieron otros. ¿Qué hay en la niñez que sea tan importante, si muy poco conocemos, si muy poco entendemos? En ella no tenemos religión ni religiosidad. El niño obedece a Cristo sin hacer conjeturas, sin dirimir causas, sino que obedece simplemente por el solo hecho de haber hallado a Cristo, al Mesías, porque está lleno de amor sincero. El niño espiritual no tiene sabiduría bíblica y todo lo que le importa es amarle y lo que es más importante de todo: se mueve sólo en Él porque no tiene otra sabiduría, otra ciencia, otro recurso; solamente tiene a Cristo y las obras son hechas en Él, por Él y para Él.
Si estamos unidos a la vid estamos tomando la verdadera savia de la vid porque no tenemos otro conocimiento, no tenemos otra forma, no tenemos nada que nos haga grandes a nosotros. Toda la grandeza es Él, toda la bendición viene de Él, hemos encontrado al Salvador, al Señor, al Deseado de nuestra alma, al Redentor, al que dio su vida por nosotros. Y al principio es como tiene que ser y como no puede ser de otra manera, no hay más que un solo conocimiento: Cristo. No hay más que una sola virtud: la de Él. No hay más que un solo camino: el de Cristo. No hay más que una sola voluntad: la de Cristo. No hay más que un solo poder: el de Cristo. Caminamos en Cristo, para Cristo, por Cristo, con Cristo. Nuestra habilidad es sólo puesta a disposición de entenderle, de conocerle, de oírle, de caminar con Él, de gozarnos en su presencia. Oramos con una fe de niños, oramos con un espíritu abierto y sencillo, oramos en sinceridad de corazón, abrimos la Palabra con el fervor del Espíritu que brota en nosotros y que brotaba en los Efesios al principio.
No es que la intensidad del amor era lo que había que corregir si no que ellos siguieron otro amor. Perdieron el amor del principio y estaban siguiendo otro amor. ¿Qué estaban siguiendo? La rutina de reuniones, la celebración de acontecimientos. Y, ¿Cómo estamos nosotros? Hemos andado por años en este segundo camino, sin el primer amor, y hemos perdido la unción del Espíritu, y como consecuencia ya no tenemos la aprobación de Dios.
Y hemos clamado y orado, y éstas son las cosas que Dios nos está mostrando como resultado a nuestro clamor. Desde que dispusimos el corazón para buscar a Dios, Él comenzó a oírnos, comenzó a tratarnos, y ¿adónde nos quiere llevar? Al principio. A los días de nuestra ignorancia, pero sin embargo potentes, porque éramos fuertes en nuestra total dependencia de Cristo. En tiempos que no sabíamos mucho, el conocimiento era directamente el que Dios quería darnos. No nos enmarañábamos con muchas pláticas bíblicas sino que teníamos una sola consigna, un solo amor, una sola persona que recibía todos nuestros afectos, un solo camino y era Él. Una sola verdad: la de Él, un solo Espíritu: el de Él, una sola voluntad: la de Él, un solo camino: el de Él. Dios hoy nos pide volver a este estado, a este enamoramiento de su Hijo, a movernos como niños que dependen solamente de Él. Volver a este estado, es dejar nuestros andamiajes filosóficos y teológicos y nuestras estructuras ineficaces para re-encontrar la verdadera verdad. ¡Volver a Cristo es volver a la verdad!
Un padre le dio a su hijo un rompecabezas del mapa de Europa para que armara y se entretuviera mientras escribía una carta importante. Pensó: “seguro que va a tardar mucho tiempo en armar el mapa”. Pero cuando recién había hecho 3 ó 4 líneas de la carta, el chico ya había terminado. El pícaro niño dio vuelta los bloques y del otro lado había una casa con un hombre y un carro, entonces él compuso el hombre, el carro y la casa, lo que le era fácil, y cuando dio vuelta los bloques ahí estaba armado el mapa de Europa. Es así, ¡es así! Cuando ponemos a Cristo en el lugar que le corresponde todo es sencillo, todo se aclara. Pero si ha salido del centro, si ha sido sustituido por una doctrina, por una rutina religiosa, hemos perdido la clave, hemos sustituido a la persona de Cristo por una religión, por un esquema humano, por un conjunto de preceptos.
Estamos llegando al punto esencial: la obra que Dios aprueba no es la obra que nosotros hacemos para Él con la fidelidad de nuestros corazones, sino la obra que hace Él a través de nosotros para gloria del Padre. ¿Lo captamos? “Haciendo Él en vosotros lo que es agradable a Dios por medio de Jesucristo”. “Ya no vivo yo, vive Cristo en mí”. Es la clave. “Yo no obro por mi cuenta, el Padre que está en mí Él hace las obras”. Mi Padre obra, yo no obro. Yo no obro por mi cuenta, ni hago ya una obra para El de mi propia cuenta sino que Dios viene a hacer la obra en mí, a hacer la obra El a través mío. Él obra y yo obro. “No vivo ya yo, mas vive Cristo en mí y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios”. La fe en un Cristo vivo. La fe en un Cristo presente. La fe en un Cristo que hace la obra en nosotros y a través nuestro: “haciendo El en vosotros lo que es agradable a Dios por Jesucristo”.
Aquí está la clave. Clave del conocimiento de la doctrina del Señor. La clave de la potencia de la Iglesia. Clave de la aprobación de nuestro trabajo para Dios. Fuera de esto no hay nada, todo es basura religiosa, todo es montones de hojarasca, paja, heno. Eso es todo lo que vamos a granjear de nuestra religiosidad. O somos hombres y mujeres que seguimos a una persona que se llama Cristo, por el Espíritu en forma práctica en nuestras vidas, orando sin cesar, dependiendo de Él, no avanzando delante de Él si no yendo detrás de Él, o somos trabajadores que trabajan en vano. La consigna es: sígueme, sígueme. ¿Por qué no oímos ese sígueme? Porque hemos hecho una religión de Cristo, cuando Cristo es una vida, no una religión.
¿Por qué hemos hecho tantas cosas agradables a nosotros como ofrenda para Cristo y no lo que Él pidió que nosotros hiciéramos para Él?. No hemos sabido leer la Biblia, no hemos sabido ministrar, no hemos encontrado los fundamentos de la verdad. Y aquí venimos a un punto importante: hasta que no consagramos todo a Cristo, Él no se complace en nosotros. Si no entramos en su presencia con ruegos para que nuestra vida sea totalmente cambiada, que aborrezcamos al mundo, y que aborrezcamos también nuestros propios sistemas, nuestras formas de agradar a Dios, no estamos calificados. Aborrezcamos todo y amemos a Él, solamente a Él, para caminar con Él, para agradarle a Él, para que Él pueda convivir con nosotros, para que Él pueda hacer las obras en nosotros y a través de nosotros y no que nosotros hagamos la obra.
¡Miren que trueque importantísimo! “Haciendo Él en vosotros lo que es agradable a Dios por Jesucristo”. “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos… el que en mí lleva fruto, lo limpiará para que lleve más fruto, ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros, así como la rama no puede llevar fruto si no estuviere unida a la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí… permaneced en mí, y yo en vosotros, porque separados de mí nada, nada, nada podéis hacer” Dios no acepta lo que yo hago por Él si no el que Él hace a través mío.
Aquí radica el primer amor. Ahí está el amor al que Dios mandó a la Iglesia de Éfeso retornar. Que volviera al principio, donde dejaron sus primeras obras hechas por el mismo Cristo, las cuales nunca tendrían que haber abandonado. Solamente podemos servir a Cristo con candidez de niños y con una ignorancia y una ausencia absoluta de vida y poder fuera de Él. Nuestro único poder es en Cristo. Nuestra única potencia es Cristo. La única manera de agradar al Padre con nuestras obras es hacerlas en Cristo y no en nuestra carne, ofreciendo como Caín un sacrificio de hortalizas y verduras. Dios va a aceptar el “Cordero” y no las nuestras “verduras”. Dios va a aceptar el sacrificio verdadero y no nuestras manufacturas. Dios no se agrada de ninguna obra de nuestra carne, de ninguna ofrenda alcanzada en nuestra propia fuerza como religiosos, asistiendo a reuniones, conferencias, retiros, sin que estemos centralizados en Cristo, fundamentados sobre la Roca. La obra que Él recibe es la obra que Él hace en nosotros y a través de nosotros. No la que hago yo si no la que hace Él.
Volver al primer amor es volver a este amor. No con objetos, con sistemas, con sacrificios, con caminatas, con oratoria, con solemnidades, con conferencias, con estudios bíblicos, sino que tenemos que mantener la niñez espiritual. En Él, por Él y para Él son todas las cosas. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece y nada puedo sin Él.
Para eso Dios me dio el Espíritu Santo, para eso me hizo espiritual y para eso necesitamos santidad. Si dejamos que el mundo entre en nuestra casa, en nuestro corazón y si solo podemos divertirnos o entretenernos humanamente, carnalmente; si nuestra diversión no es más seguir a Cristo, amarle a Él, predicar su Palabra, enseñar a guardar lo que El habló, abismarnos en su amor, pasando el tiempo en contemplación, levantando el altar en oración, manteniendo nuestra comunión con Dios; si no tenemos esto nos hemos secado, nos hemos apartado, no tenemos ninguna chance de llevar fruto para Él. Nuestro fruto va a ser el espurio, y muchos que creen que son salvos descubrirán que nunca lo fueron. Otros que fueron salvos un día, fueron cortados otro día porque pasaron el límite de la paciencia de Dios.
Este es el solemne día del despertar de las vírgenes, ésta es la hora que Dios nos ha dado para que volvamos a Él con todo el corazón. Si no la aprendemos esta lección hoy, puede ser la última vez que Dios nos hable. Pongamos fuerza y dedicación hoy en aquello que hemos entendido para ser fieles al Señor. Lavémonos de toda contaminación de pecado de la mente, del cuerpo, cualquier pecaminosidad; cualquier relación sucia con el mundo, con la carne, con el viejo hombre, con amigos que no debiéramos tener, con circunstancias que aceptamos que no son aceptadas por el Señor. Cuando aprobamos lo que Él no aprueba y cuando lo que Él aprueba no lo conocemos, estamos en un dilema que nos puede costar inclusive, el alma y la vida eterna.
Hagamos la tarea. Volvamos todo el camino hasta quedarnos con Jesús. En la transfiguración Pedro dice: “Hagamos tres enramadas, una para Elías, otra para Moisés y otra para Cristo” pero la gloria pasó, la gloria que mareó a Pedro, que le hizo hablar tonteras, pasó, y quedó la realidad. Hoy tenemos solo a Jesús, y todo es con Él y por Él y para Él. El primer amor es Él obrando en nosotros; Él inspirándonos; Él caminando con nosotros, en nosotros, “haciendo Él en nosotros lo que es agradable a Dios por Jesucristo”. El Padre obrando por medio del Hijo y del Espíritu Santo en este cuerpo nuestro que es el templo del Espíritu Santo.
Asentemos como última premisa lo siguiente: la obra que Dios aprueba es la obra que Él hace en nosotros y no la que yo hago para Él. ¿Qué es seguir a Cristo? Es ir en pos de Él. “Sígueme” es la gran consigna. “Síganme a mí”. ¿Será posible seguirlo? -Sí, Él ha preparado todo primorosamente para que podamos hacerlo.
Vamos al Capítulo 16 de San Juan y ahí encontramos a Jesús tan lleno de gozo porque va a venir el Espíritu Santo: “Yo oraré al Padre y os dará otro Consolador. Yo les consuelo parcialmente, Él va a consolar a todos porque estará en todos. Seré yo en ustedes, Ya no más mal entendido, mal conocido; sino que yo voy a penetrar en vuestro espíritu, voy a morar en vuestro templo que es vuestro cuerpo; me van a dar el cuerpo en sacrificio vivo para que yo lo use, como posesión mía, haciendo Yo en vosotros lo que es agradable a Dios”.
No es una religión, no son preceptos religiosos, no son conferencias y reuniones, es la presencia de Cristo en nosotros, para todo lo que tengamos que hacer. Una tremenda sencillez tiene que bajar sobre nosotros, tenemos que dejar de hacer sermones, tenemos que andar en el Espíritu, tenemos que ser neumáticos, esperar palabra de profecía constantemente. ¿Alguien tiene algo? Párese, cuando terminó de decir lo que tiene que decir, siéntese y deje que el otro se levante. Todos pueden profetizar. No podemos anticipar qué esquema, qué se irá a tratar en un retiro dentro de un año, o seis meses, o un mes. Si bien debemos prepararnos pero cuando tenemos que abrir la boca digamos lo que el Señor está diciendo a la Iglesia en ese momento. La palabra viva venga y, si no hay palabra viva, callémonos la boca. ¡Qué buena palabra es esa! ¡Qué buen consejo! Si no hay palabra viva callémonos hasta que Dios nos hable porque la obra que Él aprueba es la obra que Él hace en nosotros, el ministerio que Él aprueba es el ministerio que Él hace a través de nosotros. La obra que el Padre quiere es la obra que hace Cristo en nosotros a través de nosotros, dándole a Él el templo de nuestro cuerpo para que Dios habite en nosotros. Propongo un día nuevo, propongo un ministerio nuevo, propongo una vuelta al nuevo pacto, a Dios, a Cristo por el poder del Espíritu Santo.
Así que concluyamos diciendo: no es que tenían los Efesios que amar más sino que habían perdido el primer amor. Hacer las primeras obras era caminar como ellos caminaban cuando no tenían teología y conocimiento muy grande pero habían conocido a Cristo. No tenían otra cosa que vivir por Él, para Él y en Él. Esta es la clave de la cual nunca tenemos que apartarnos, para eso nos capacitó por el Espíritu Santo, ese es el centro mismo de la del fundamento absoluto de la palabra divina. Todo apunta a esto y si este punto no lo tenemos claro no hemos entendido la Palabra, no hemos entendido a Cristo ni al Padre ni estamos guiados por el Espíritu. Estamos edificando madera, heno y hojarasca. Pero si queremos fruto y una vida fructífera hagámoslo en el Señor, para el Señor, por el Señor, porque todas las cosas son en Él, por Él y para Él. “Haciendo Él en vosotros lo que es agradable a Dios por medio de Jesucristo”.
Las condiciones son simples: total consagración, total separación del mundo, total fe en el Espíritu Santo, el que va a darnos la fuerza, en Cristo presente con nosotros que intercede cada día, en el Padre que ha prometido bendecirnos. Pero la obra que hacemos será hecha en Él, por Él y para Él. Amén.
A continuación Ivan parece haber apagado el casete y lo vuelve a encender en el medio de una meditación final que transcribimos a continuación:
…para recuperar la presencia de los dones y las misericordias y los frutos de vidas realmente entregadas a Dios, cuerpos entregados a Dios para ser llenos del Espíritu, voluntades totalmente absorbidas por la grandeza de la gloria del llamado de Dios. Borrón y cuenta nueva, vengamos a la presencia de Dios. Humillémonos, punto número 1. Oremos, y orando busquemos el rostro de Dios: para entenderle a Él, para comprender todas las cosas desde su punto de vista, para volver a escuchar su llamado en el Evangelio, para estar llenos del Espíritu, llenos de sabiduría de Dios. Dios quiere un pueblo suyo, propio, celoso. ¿Celoso de qué? de buenas obras. Los mundanos en la Iglesia son nuestro lastre, son nuestro oprobio. La liviandad en la Iglesia de Cristo es el impedimento más grande para la santidad, para la entrega verdadera, para la misión completa de la redención.